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Bad Guy, (Kim Ki-Duk, 2001, Corea del sur)

  • Analia Silvera y Carla Leonardi
  • 1 jun 2015
  • 6 Min. de lectura

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El director da comienzo al film con una escena contundente. Una joven universitaria (Sun-hwa) se encuentra en el banco de una plaza aguardando la llegada de su novio. Un hombre (Han-gi) la mira con insistencia y se sienta a su lado. A los pocos minutos, el novio de Sun-hwa llega y Han-gi se acerca a ellos. Toma a Sun-hwa y le da un beso a la fuerza. El novio trata de alejarlo pero no puede. Unos policías que estaban cerca lo apresan, Sun-hwa exige una disculpa pero Han-gi no se las brinda y finalmente ella lo escupe.

En otra escena, vemos a Sun-hwa en una librería. Han-gi la persigue y la observa. Vemos como Sun-hwa ojea un libro de pintura y arranca una página. Al lado de ella hay una billetera, la toma y sale de la librería.

En la calle Sun-hwa es abordada por el dueño de esa billetera y éste le exige que le devuelva el dinero. Ella se niega y es allí donde él le dice: ”tu cuerpo será la garantía hasta que puedas pagarme la deuda”. Acto siguiente, Sun-hwa es secuestrada por Han-gi quien la introduce en una red de prostitución para que “trabaje” hasta que pague su deuda.

En un comienzo Sun-hwa, quien aún es virgen, se resiste, sufre y rechaza a todos los “clientes”. Con el paso del tiempo no le queda más que consentir a esa vida, mantiene relaciones sexuales con todos los “clientes” y llega a ser envidiada por las otras mujeres prostituìdas debido a ser muy solicitada. Mientras tanto Han-gi observa cada una de sus reacciones a través de un espejo polarizado que hay en su habitación.

Un día uno de los criminales de la banda de Han-gi mantiene relaciones con Sun-hwa, atormentado por la pena la ayuda a escapar. Pero es encontrada nuevamente por Han-gi, quien la devuelve al burdel. Ahí es donde Sun-hwa se da cuenta que fue Han-gi quien la introdujo en esa vida. El odio de Sun-hwa hacia Han-gi se incrementa.

En una disputa con una banda rival Han-gi termina en prisión tras tomar el lugar de uno de sus compañeros que asesinó a otro criminal de dicha banda. Por este motivo, Han-gi es condenado a muerte.

La posibilidad de muerte de Han-gi hace que Sun-hwa comience a tener sentimientos de afecto hacia él. El verdadero asesino confiesa su crimen y Han-gi regresa nuevamente a su vida de criminal.

Al retornar al burdel, Han-gi se hace visible para Sun-hwa detrás del espejo polarizado prendiendo un encendedor. Sun-hwa rompe el espejo, llora al verlo y comienza a pegarle. Han-gi la contiene y la abraza. Juntos, comienzan una nueva vida. Ella asumiendo su prostitución como una forma de vida recibiendo a hombres en la parte trasera de un camión que maneja Han-gi.

Una relación particular:

El título de la película “Bad Guy (chico malo)” nos ubica de entrada en el terreno de la moral. Se adjetiva y se naturaliza como “malo” cierto comportamiento cuando en realidad, es efecto del entramado de cuestiones sociales y subjetivas más complejas. Se cae en el reduccionismo de explicar el fenómeno de la trata y prostitución, culpabilizando a un individuo particular.

Nos llama la atención la no inclusión de factores externos como instituciones sociales, familia, etc. La policía, está presente pero no interviene. Esto lo podemos pensar porque al director lo que le interesa mostrar es la descripción del funcionamiento de la red de trata-prostitución y de la particular relación que establece la pareja protagonista.

Que ninguna instancia externa intervenga, desde cierta perspectiva hace que la película pueda resultar poco creíble. Sin embargo, lo extremo de esta ficción nos permite ilustrar tanto aquellos casos de violencia de género donde por temor, o vergüenza las mujeres no llegan a poder recurrir a instancias externas, como aquellos casos en que habiendo instituciones, las mismas se visten de inoperantes cuando en realidad son cómplices.

La película, al comienzo, ilustra claramente que hay algo inherente a la posición femenina que implica un “soy tuya y no soy tuya” a la vez, en tanto lógica del “no-todo” responde al falo. En este sentido, la posesión o dominación de Sun-hwa por Han-gi por medio de la violencia, implicaría no poder soportar lo que de la posición femenina escapa al falo, reduciendo a la mujer a un objeto de pertenencia: “Sos mía”.

La película al final plantea una historia de amor entre secuestrador-secuestrada, enmarcándose dentro del género de peliculas del “l´amour fou (amor loco)”. ¿Se podría llamar a este lazo “amor”? ¿Este final implicaría que se trata una mujer que consiente a ser el síntoma de un hombre? ¿o se trata de un vínculo que se puede enmarcar bajo el síndrome de estocolmo, donde una subjetividad arrasada se enamora de aquel que ejerce el poder sobre ella, poder tanto de someterla como de liberarla?

Esta película de Kim Ki Duk nos resonó al libro de poesía e historieta, “Beya” de Gabriela Cabezón Cámara e Iñaki Echeverria. Allí se narra el secuestro e inclusión en una red de trata de una joven de clase media, a quien apodan “Beya” y su posterior liberación. La protagonista al comienzo padece los distintos maltratos a los que es sometida, se refugia en la oración a Dios implorando salvación, y luego finge estar a gusto y pasar a la sección sado-masoquista, teniendo siempre como objetivo escapar de ese encierro. Un policía, cliente (Ramirez) se va enamorando de ella y cual salvador le deja un arma, con la cual mata a sus captores. Así logra escapar e irse del país, con la ayuda del pasaporte y pasajes que le brinda el policía. Se refugia en la religión como modo de intentar recuperar la subjetividad y dignidad que le quitaron.

Aquí encontramos otra posición y otra solución a la de la película. La salida no es por el amor, Beya, no se enamora de Ramirez, sino que lo ve como una vía de escape; lo toma como instrumento, como herramienta de la cual hace uso para obtener su liberación anhelada.

Reflexiones finales:

En su libro “La industria de la vagina” Sheyla Jeffrey desarrolla una genealogía de la prostitución. Habla que a partir de los años 80 se produce un proceso de industrialización de la prostitución. “La prostitución ha dejado de ser una forma de abuso a las mujeres, ilegal, ejercida a pequeña escala, sobre todo local y socialmente despreciada, para convertirse en una industria en extremo rentable y legal, tolerada en países donde es ilegal.”

Este proceso de industrialización se lleva a cabo a través de prácticas como: el tráfico, el turismo sexual y el negocio de compra de esposas por internet. Y se refuerza con los medios de comunicación, expresión del capitalismo y la globalización que hace que los cuerpos de las mujeres pobres puedan ser comprados por hombres de países ricos.

La autora presenta unas estadísticas extraídas de la OIT (Organización internacional del trabajo) en la cual estimó que la industria del sexo constituye entre el 2% y el 14% por ciento PBI en Filipinas, Malasia, Tailandia e Indonesia. El gobierno coreano estimó en 2002 que un millón de mujeres estuvieron involucradas en la prostitución en un momento dado en ese país. Se estima que la industria representa un 4,4% del producto bruto interno, más que la forestación, la pesca y la agricultura combinadas (4,1%). La industria del sexo en Holanda, que legalizó la prostitución en 2001, representaba en ese año el 5% del PBI. En todos los Países Bajos donde está legalizada, las ganancias superarían el billón de dólares.

Esta industria se sostiene porque a la lógica del mercado subyacen prácticas culturales patriarcales que sitúan a la mujer como objeto portador de un valor fálico, que como ya mencionaba Levi-Strauss en “Las estructuras elementales del parentesco”, es el objeto de intercambio que circula entre los linajes. Se sostiene la idea de una posición masoquista y pasiva de la mujer respecto del hombre, que es el soporte de estas prácticas.

Nos preguntamos qué es lo que quiso mostrar el director con el giro de la película cuando Sun-hwa “se enamora” de Han-gi y decide una vez liberada continuar junto a él ejerciendo la prostitución.

Recordamos lo que el director manifiesta en una entrevista realizada en el año 2002: “la relación entre hombres y mujeres es en sí misma una especie de prostituciòn, incluso si no hay dinero (...) ellas son las que tienen algo que ofrecer que los hombres siempre necesitan, que incluso van a pagar”.

Acá lo muestra con una situación extrema, pero quizás lo que quiera significar el director con este final, es que en muchas relaciones establecidas entre hombres y mujeres, de manera más velada y solapada, se dan prácticas de poder y sumisión de diversa índole (laboral, psicológica, económica, física y sexual). El lugar de la mujer como objeto y atributo fálico del hombre sigue teniendo pregnancia; y sostener una relación que incluya la diferencia sexual, es una apuesta a alcanzar para ambos sexos.

 
 
 

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